IV Edición: Recursos energéticos & mineros

La inflación sigue siendo un dolor de cabeza para los bancos centrales

"Nos encontramos con bienes y servicios cuyos precios son conocidos como “flexibles”, en el sentido de que responden con mucha rapidez a los distintos factores económicos (días o unos pocos meses). Un ejemplo de ello sería el precio del gas o de la gasolina, productos energéticos que han sufrido variaciones, tanto al alza como a la baja, muy agresivas durante 2022, mostrando esta “flexibilidad” de la que hablábamos previamente. Estos bienes y servicios pesan el 29,8% de la cesta que mide la inflación en EE. UU., apuntaba Suárez. 

Añadía, que mientras que por otro lado, hay bienes y servicios cuyos precios son conocidos como “sticky”, dado que son bastante estables en el tiempo y tardan en responder a los diferentes factores económicos (meses o incluso años). Un ejemplo sería el precio de la educación o los productos de cuidado personal. En este caso, estos bienes y servicios cuentan por el restante 70,2% de la cesta que mide la inflación en EEUU.

Múltiples estudios, como el llevado a cabo por Michael F. Bryan, vicepresidente y economista senior de la Reserva Federal del Banco de Atlanta, y Brent Meyer, economista senior también de la Reserva Federal del Banco de Atlanta, han encontrado evidencias claras de que los precios de aquellos bienes y servicios que no responden de forma rápida a las condiciones económicas incorporan las expectativas de la inflación futura en sus precios. En cierto modo, parece tener sentido, ya que no podrán ajustar sus precios, ni al alza, ni a la baja, independientemente del entorno económico.

En el siguiente gráfico, podemos observar la inflación histórica de ambos tipos de bienes y servicios, flexibles y rígidos:

Como se puede apreciar, de la misma forma que en los últimos dos años se ha disparado la inflación de los bienes y servicios cuyos precios responden de forma rápida al entorno económico, estos han retrocedido de forma más rápida aún en los últimos meses. Sin embargo, durante los últimos meses se está asistiendo a un incremento paulatino de la inflación en aquellos bienes y servicios cuyos precios son más rígidos, lo que nos pudiera indicar que asistiremos a niveles de inflación por encima del 2% durante un periodo de tiempo prolongado. Esto último es el caso base de consenso de mercado para el año 2023 y 2024, donde se espera que la inflación se vea reducida drásticamente, pero que en ningún caso llegue a situarse en niveles del 2% en el corto plazo.

En conclusión, es importante analizar cómo continúa avanzando la inflación de esos precios “sticky”, y ver dónde se estabiliza para encontrar el punto de inflexión de la vuelta a una normalidad en la que los niveles de inflación se acerquen a los objetivos de los bancos centrales, 2%, que, a día de hoy, parece algo lejana.