Debemos explotar nuestra intuición

Durante 12 años ha impulsado una marca de joyas en las que ha fusionado la cultura mexicana y la elegancia en piezas únicas e inolvidables

 

Crear piezas de joyería únicas ya es un gran reto, pero concentrar en ellas la cultura, la arquitectura, la naturaleza y otras virtudes de todo lo que representa la nacionalidad mexicana, es escalar un sueño a otro nivel.

Y este es el trabajo de Erika Ponce, propietaria y diseñadora en Mina Ro Mina quien materializa en cada pieza las técnicas de escultura tradicional y en cera, con lo más avanzado de la tecnología. Para ello cuenta con impresoras 3D de última generación y softwares especializados que le permiten generar emociones inolvidables con solo mirarlas y en las mujeres que las portan.

Para ella, el liderazgo femenino es, definitivamente, transformador y de impacto en una sociedad. “Creo que como mujeres poseemos un instinto intuitivo muy único de nuestro género que debemos explotar. Estamos transformando la manera en la que las futuras generaciones se ven a futuro, ya que en su mayoría tienen un proyecto de vida profesional además del personal”. 

Erika ingresó a la Universidad de Monterrey para estudiar la carrera de diseño gráfico donde su proyecto final fue reconocido con una excelencia académica. Al graduarse se fue a Florencia para estudiar historia del arte y retomar la escultura en cera, esta vez enfocada a joyería, en la reconocida escuela Lorenzo de Medici. 

Ese fue el lugar en donde aprendió las técnicas básicas de joyería y comenzó a buscar su estilo propio, inspirándose en las múltiples formas orgánicas de las diferentes obras renacentistas italianas. 

Luego regresó nuevamente a México para trabajar en publicidad durante un año y, a pesar de que ha manifestado en otras oportunidades que disfrutó esa breve experiencia como diseñadora gráfica, se dio cuenta que su verdadera pasión estaba en la escultura. Entonces, decidió viajar a Nueva York para estudiar joyería ya decidida a que era a lo que se quería dedicar.

En Estados Unidos entró en una escuela enfocada 100 % a joyería, llamada Kristin Hanson con el fin de pulir su técnica; en ella concursó en un proyecto de la marca Swarovski llamado “Crystal Loves Leather” y su pieza fue una de las seis seleccionadas por un curador de arte para ser expuesta en la galería Swarovski de Nueva York. 

Como todo emprendedor, Erika contó con gente que confiara en ella. Conoció a un maestro joyero quien le dio la oportunidad de ser su aprendiz, ahí continuó su aprendizaje de diferentes técnicas avanzadas de joyería y trabajó en proyectos especiales para el famoso diseñador de accesorios Alexis Bittar. 

Precisamente en ese camino, encontró su estilo, lo definió y regresó a México para trabajar de lleno en su primera colección.

Aunque cuenta con un amplio equipo tecnológico, cada elemento es hecho a mano con diseños vanguardistas y atemporales. Además, han trascendido fronteras, pues sus productos llegan a República Dominicana de la mano de Wendy Salcedo, como su representante en esa nación caribeña.

Fundada en 2010, Mina Ro Mina ha logrado desde entonces diseñar y crear colecciones que vinculan la joyería, los clientes y la cultura mexicana y, sobre todo, teniendo como base fortalecer el vínculo de identidad con la idiosincrasia y cultura del país. 

El deseo por construir una marca mexicana de joyas nació en su corazón desde muy niña, según nos comentó al momento de realizarle esta entrevista para Factor de Éxito.

“Desde chiquita tenía una enorme fascinación por las minas de Guanajuato, el estado de dónde soy. Por cierto, de ahí viene el nombre MINA RO MINA. A lo largo de mi vida experimenté con pintura y escultura, en la carrera estudié diseño gráfico. Cuando hice un curso en Italia de escultura aplicada a joyería me di cuenta que había encontrado mi pasión, y después de terminar este curso en Nueva York me animé (sin pensarlo dos veces) a emprender. Emprendí Mina Ro Mina con mucho, pero mucho miedo, pero de igual manera lo hice sin mirar atrás”.  

Sus colecciones brindan elegancia y sofisticación a cualquier vestimenta y están inspiradas en los cenotes y arrecifes de coral de la Riviera Maya, el Imperio Azteca, las minas de Naica de Chihuahua y en las colinas de los barrios Roma y Condesa de Ciudad de México, entre otros lugares memorables de la geografía mexicana. 

A casi 12 años de estar al frente de Mina Ro Mina, Erika describe su trayectoria como un continuo aprendizaje tanto personal como profesional. “He aprendido a ser paciente, a comunicarme mejor con los demás, a sobrellevar el estrés y sobre todo a adaptarme a los constantes cambios del mundo y del mercado”.

Actualmente, se han realizado 10 colecciones con una amplia aceptación en el mundo de la moda, disponibles en Nueva York, Los Angeles, Londres, Dubai, Kuwait, Arabia Saudita, Caribe y en todo México de manera online. Erika diseña, esculpe y ensambla a mano cada pieza de Mina Ro Mina desde el modelo en cera hasta el producto final en baño de oro y plata .925. La diseñadora describe sus creaciones como “pequeñas esculturas que decoran al cuerpo".

Dentro de las grandes lecciones valiosas, que a diario se presentan en la vida, la diseñadora afirma que su mayor aprendizaje ha sido que todo pasa, que nada es permanente, tanto para bien como para mal. 

En muchas oportunidades, la mexicana ha comentado que “una joya es una obra de arte”, pero surge la interrogante de si una joya puede adaptarse a cualquier mujer o son éstas quienes deben adaptarse a las joyas. Su respuesta es una: La versatilidad.

“Yo creo que las joyas, a diferencia de otros accesorios como las bolsas o los cinturones, son increíblemente versátiles. Yo creo que éstas se adaptan al estilo de cada mujer. Por ejemplo, yo uso los mismos aretes con un vestido formal que con una t-shirt blanca y unos jeans”.

Más de una década frente a este proyecto, no solo siendo la artista detrás de cada diseño, su elaboración, venta y distribución, sino que además ha sido la principal embajadora de la marca, la han llevado a gestionar el equilibrio entre lo personal y lo laboral.

“Con organización y mucha autocompasión. Hay veces nosotras mismas somos quienes nos exigimos ser perfectas en ambos ámbitos y creo que la perfección no existe. En mi caso cuando veo que estoy siendo demasiado exigente conmigo mismo, me recuerdo a mí misma que hago lo mejor que puedo y que este camino se trata de disfrutarlo”.