El pensamiento crítico está en problemas y su ausencia afecta el futuro de las empresas y la educación

Los expertos consideran que vivimos tiempos de mucha información y poco análisis, y que la falta de pensamiento crítico se ha convertido en un problema que afecta a empresas y escuelas por igual. Según Héctor Sanz, encargado de Smartick Thinking, plataforma educativa para niños, esta carencia surge desde la infancia; “Muchos pequeños tienen dificultades para identificar cuáles son los datos relevantes y cuáles no lo son, tanto en problemas matemáticos como en comprensión lectora. Esto les impide tomar decisiones razonadas y formarse un criterio propio”, señala.

Las cifras reflejan esta realidad. Según el Foro Económico Mundial, competencias como el pensamiento analítico y la resolución de problemas son fundamentales para enfrentar los desafíos de un entorno en constante cambio, pero son habilidades que muchos aún no dominan. “Existen sesgos cognitivos como el de conformidad o el de confirmación que son una barrera frecuente para la innovación. Cuando no hay espacio para cuestionar, se perpetúan errores y las decisiones se vuelven más riesgosas. Esto tiene un impacto directo en la eficiencia operativa y en la capacidad de las empresas para adaptarse al cambio”, explica Cristobal Guivernau, Manager de Tack TMI, solución de Capacitación y Desarrollo, parte de Gi Group Holding.

Sanz, destaca que el sistema educativo no fomenta suficientemente el pensamiento crítico. “No se trata de estudiarlo como si fuera una asignatura, sino de cultivarlo desde pequeños, a través de diálogos que los hagan cuestionar y razonar”, afirma.

El impacto positivo de trabajar en esta área es claro. El 82% de los padres cuyos hijos han participado en el programa Smartick Thinking reconocen que ahora los chicos reflexionan más antes de actuar y son menos influenciables por la presión del grupo. “Esto es clave, porque formar librepensadores desde pequeños no solo los prepara para los desafíos del presente, sino que les permite ser más autónomos en el futuro”, añade.

Por su parte, Guivernau identifica una cultura laboral que tampoco favorece el análisis. “Muchas empresas operan bajo un ritmo tan acelerado que no hay tiempo para reflexionar. Las decisiones se toman por inercia o bajo presión, y eso deja de lado el valor de cuestionar y buscar alternativas”, advierte.

La ausencia de pensamiento crítico no solo pone en riesgo el desempeño de las empresas, sino también el desarrollo del país. “Un país que no fomenta el pensamiento crítico está condenado a decisiones menos informadas y a una menor competitividad en el mundo globalizado”, señala Guivernau.

A pesar de este panorama, hay formas de revertir la situación. Iniciativas como Smartick Thinking buscan enseñar a los niños a cuestionar y razonar desde pequeños, a razonar con argumentos sólidos, a saber detectar falacias y sesgos, a distinguir información relevante de la que no lo es para resolución de problemas y, en definitiva, los prepara para tener criterio propio y que sean menos manipulables. Mientras que, en las empresas, Guivernau sugiere fomentar espacios de diálogo y reflexión. “Promover el pensamiento crítico no solo mejora la eficiencia, también ayuda a construir equipos más colaborativos y creativos”, concluye.

Desarrollar el pensamiento crítico es una tarea urgente y colectiva. Invertir en esta habilidad desde las aulas y los lugares de trabajo puede marcar la diferencia en el futuro de las personas, las organizaciones y el país.

 

 

Fuente

Sebastián De la Rosa